Es el fin de la hegemonía de España en Europa.
El Tratado de Utrecht, también conocido como Paz de Utrecht o Tratado de Utrecht-Rastatt, es firmado los Estados contendientes en la Guerra de Sucesión Española en la ciudad holandesa de Utrecht. El tratado ponen fin a la guerra, aunque posteriormente a su firma continuaron las hostilidades en territorio español: en el Principado de Cataluña hasta su conquista definitiva por Felipe V de España en septiembre de 1714 —el reino de Mallorca, excepto Menorca que pasó a soberanía británica, no caería hasta julio de 1715—. En este tratado Europa cambió su mapa político.
El Reino de Gran Bretaña obtiene Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra (cedidas por la Monarquía de España); Nueva Escocia (Acadia), la bahía de Hudson y la isla de Terranova (cedidas por la Monarquía de Francia); la isla de San Cristóbal en el Mar Caribe, el asiento de negros (un monopolio de treinta años sobre el tráfico de esclavos negros con la América española) y el navío de permiso (concedidos por España).
La Casa de Saboya ve devueltas Saboya y Niza (ocupadas por Francia durante la guerra) y recibe Sicilia (cedida por España).
Con la posesión de Sicilia recibe el título de rey que, con diversas denominaciones, tendría en adelante la casa de Saboya (primero reyes de Sicilia, luego reyes de Cerdeña y finalmente reyes de Italia).
Las Provincias Unidas (actual Holanda) reciben la "barrera" flamenca (una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos españoles que el Imperio ayudó a financiar), cedida por Felipe V de España.
Brandeburgo recibe Güeldres del Norte (cedido por el rey de España) y la "barrera" de Neuchâtel (cedida por Francia), además de su transformación en reino con el nombre de Prusia. Federico Guillermo I fue su primer rey.
Portugal obtiene la devolución de la Colonia del Sacramento, ocupada por España durante la guerra.
Carlos VI de Austria obtiene los Países Bajos españoles, el Milanesado, el reino de Nápoles, Flandes y Cerdeña (cedidos por el rey de España). El Archiduque Carlos de Austria, ahora emperador, abandona cualquier reclamación del trono español en 1725.
El Reino de Francia reconoce la sucesión protestante en Inglaterra y se compromete a no apoyar a los pretendientes Estuardo.
Francia se compromete a demoler las fortificaciones de Dunquerque y a cegar su puerto y obtiene definitivamente el principado de Orange (en Provenza).
Felipe V (Felipe de Anjou) obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de todos los países firmantes, en tanto que se establece una cláusula que prohíbe que el rey de España y el de Francia sean una misma persona.
Además, las tropas austriacas se comprometen a evacuar las zonas del Principado de Cataluña, lo que realizan a partir del 30 de junio de 1713. Ante lo cual, la Junta General de Brazos (Brazo Eclesiástico, Brazo Militar y Brazo Real o Popular) acuerda la resistencia. A partir de este momento empezó una guerra desigual, que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona, Cardona y Castellciutat, al margen de los cuerpos de fusileros dispersos por el país. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el 11 de septiembre del 1714 (día de celebración de la famosa diada). Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde (11 de julio del 1715).
El gran beneficiario de este conjunto de tratados fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV, y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda.
El equilibrio de poder terrestre en Europa quedó, pues, asegurado, mientras que en el mar, Gran Bretaña empieza a amenazar el control español en el Mediterráneo occidental con Menorca y Gibraltar. Como ha señalado Joaquim Albareda, "en último término, la paz de Utrecht hizo posible que el Reino Unido asumiera el papel de árbitro europeo".
Para la Monarquía de España la paz de Utrecht supuso, como han señalado muchos historiadores, la conclusión política de la hegemonía que había detentado en Europa desde principios del siglo XVI.
En la imagen la Catedral de Utrecht.