Goya. Hoy 3 de mayo de 1808 tienen lugar en Madrid los Fusilamientos de Españoles a cargo de Franceses.

Contexto histórico del famoso cuadro de Goya. El tres de mayo de 1808 en Madrid (también conocido como Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o Los fusilamientos del tres de mayo) es un cuadro del pintor aragonés Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado (Madrid, España).

Detalles del evento

Cuándo

03/05/2015
de 02:00 a 23:55

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La intención de Goya al elaborarlo era plasmar la lucha del pueblo español contra la dominación francesa en el marco del Levantamiento del dos de mayo, al inicio de la Guerra de la Independencia Española. Su pareja es El dos de mayo de 1808 en Madrid —también llamada La carga de los mamelucos—. Ambos cuadros son de la misma época y corriente artística. 

Su técnica y cromatismos propios del Goya maduro. Goya sugirió el encargo de estos cuadros de gran formato a la regencia liberal de Luis María de Borbón y Vallabriga, antes de la llegada del rey Fernando VII. Habitualmente se decía que adornaron un arco del triunfo dedicado al rey en la Puerta de Alcalá pero últimas investigaciones lo desmienten. 

La pintura es oscura, muestra imágenes fuertes y crea el arquetipo del horror en la pintura española, que Goya aprovechó en esa época para sus aguafuertes titulados Los desastres de la guerra.

El tres de mayo de 1808 ha inspirado numerosos cuadros, como El fusilamiento de Maximiliano, de Édouard Manet, así como otras obras de éste relativas a la acción bélica. Guernica y Masacre en Corea son las dos obras de Pablo Picasso en que se aprecia la influencia de Los fusilamientos.

En la década de 1850 el pintor José de Madrazo —entonces director del Prado— puso en duda que Goya hubiese pintado este lienzo. Afirmó que «el cuadro es de calidad muy inferior a otros retratos del maestro Goya». Décadas después, durante el apogeo del impresionismo y del romanticismo, adquirió fama mundial al ser considerada antecedente directo de tales estilos. 

La obra fue trasladada a Valencia en 1937 junto con todo el fondo del Museo para evitar posibles daños durante la Guerra Civil, pero durante el trayecto la obra sufrió un accidente. Los desperfectos se fueron reparando gracias a las restauraciones emprendidas en 1938, 1939, 1941 y 2008. En esta última se ha procedido a la limpieza completa del cuadro, a base de rebajar los barnices amarillentos que cubrían gran parte de la obra.

Contexto histórico

Napoleón Bonaparte se autoproclamó cónsul de la Primera República Francesa el 18 de febrero de 1799, y en 1804 Pío VII le coronó emperador. España controlaba el acceso al Mar Mediterráneo y poseía varias colonias, por lo que era un punto crucial en el mapa europeo que los franceses debían dominar cuanto antes. 

Carlos IV, un hombre abúlico y desinteresado por el gobierno, era el rey de España desde 1788. La reina María Luisa de Parma y su supuesto amante, el primer ministro Manuel Godoy, eran quienes manejaban el reino.

Napoleón tomó ventaja de la situación y propuso al gobierno español conquistar Portugal y repartirlo entre ambas naciones. El Príncipe de la Paz —como se conocía a Godoy— negoció el trato y poco después acepta gustoso la oferta, y permite a los franceses penetrar en territorio español. Sin embargo, las verdaderas intenciones del emperador eran otras, conquistar España y Portugal simultáneamente y situar a su hermano JoséBONAPARTE —desde 1806, soberano de Nápoles— a la cabeza de ambos reinos. 

Pero el acuerdo casi subrepticio de Godoy con el Primer Imperio Francés desató descontento en varias esferas de la sociedad española, lo cual fue capitalizado por el príncipe Fernando de Borbón, acérrimo adversario de Godoy. Junto a otras personalidades del gobierno, como el infante Antonio Pascual, Fernando entendió claramente que era un plan de los franceses para hacerse con el reino y pensó en asesinar al ministro e incluso a sus padres, para tomar él el poder y sacar a las tropas de Napoleón.

Más de 20.000 soldados franceses entraron a España en noviembre de 1807, con la misión de reforzar al ejército hispano para atacar Portugal. Los españoles no opusieron resistencia y permitieron su libre tránsito.

Hacia febrero de 1808, los auténticos planes de Napoleón comenzaron a saberse y hubo pequeños brotes de rebeldía en varias partes de España, como Zaragoza. Joaquín Murat, comandante de las fuerzas francesas, creía que España reaccionaría mejor bajo el mando de José I de Nápoles, hermano de Napoleón, que gobernada por Carlos IV o por su hijo Fernando. 

Así lo expresó al emperador en una carta del 1 de marzo de 1808. En marzo se produce el Motín de Aranjuez. Carlos IV debe destituir a Godoy y éste tiene que salir del país por temor a morir linchado a manos del pueblo. Obligado por la penosa situación, el rey abdica y Fernando se convierte en el nuevo monarca español. Al conocer los sucesos en España, Napoleón se precipita y aprehende a fERNANDO VII, que debe devolver la corona a su padre y éste la pone en manos del francés. Napoleón no duda en traspasar la corona a su hermano y desde el 6 de junio de 1808, José Bonaparte es rey de España.

El pueblo español había aceptado gobernantes extranjeros en el pasado —a la Casa de Borbón en 1700, con Felipe de Anjou (posteriormente Felipe V) como rey—, pero esta vez no estaba dispuesto a permitir una ocupación francesa. El dos de mayo el gobierno invasor decretó la salida de los últimos miembros de la familia real, entre ellos los infantes María Luisa y Francisco de Paula. 

Al percatarse de ello, el cerrajero Blas Molina gritó al pueblo: «¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!». 

Comenzó así el levantamiento. Murat escribió sobre ello a José Bonaparte que «el pueblo de Madrid se ha levantado en armas, dándose al saqueo y a la barbarie. Corrieron ríos de sangre francesa. El ejército demanda venganza. Todos los saqueadores han sido arrestados y serán fusilados». Tal como escribió el general, esa noche comenzó en la capital una implacable persecución de presuntos sublevados. 

Cualquiera que llevase una navaja —común entre los artesanos madrileños— era arrestado y condenado a muerte sin previo juicio. Las ejecuciones se realizaron a las cuatro de la mañana en Recoletos, Príncipe Pío, la Puerta del Sol, La Moncloa, el Paseo del Prado y la Puerta de Alcalá.

Cerca de allí se encontraba la montaña del Príncipe Pío, donde se dieron los sucesos que inspiraron al artista de Fuendetodos para la obra que emprendería un lustro más tarde. Pocos días después, la población de Madrid tenía ya en un altísimo concepto de heroicidad a los caídos la noche del tres de mayo y algún tiempo después circularon estampas en las que conmemoraba su lucha contra Napoleón —visto ya como la personificación del Anticristo católico.

La vasta mayoría de los ejecutados en Príncipe Pío —actualmente conocida como plaza de España— eran condenados por una Comisión Militar que no les concedía derecho a defensa, aunque casi todos los rehenes habían participado activamente en la insurrección y se les aprehendió con las armas en la mano. 

Goya debió de documentarse abundantemente para sus obras —como era habitual en él— y para ello utilizó algunos testimonios de presos que lograron fugarse, como uno que huyó hacia la ribera del Manzanares.

El pintor conmemorará los hechos acaecidos en la reyerta del dos de mayo en La carga de los mamelucos, donde un grupo de milicianos franceses a caballo pelean contra el pueblo sublevado en la Puerta del Sol, escenario de varias horas de fiero combate.

Muchos de los rebeldes fueron sofocados, arrestados y fusilados en las localidades cercanas a Madrid durante los días siguientes, hecho que representa El tres de mayo de 1808. 

La oposición española persistió durante los siguientes cinco años, en forma de una dura guerra de guerrillas. Tiempo más tarde unieron sus ejércitos con portugueses y británicos, bajo la dirección de Arthur Wellesley, duque de Wellington —militar que tuvo su «bautizo de fuego» en la Península hacia agosto de 1808—. 

Como ya se ha dicho, en la época en la que Goya concibe este cuadro los españoles habían mitificado a tal extremo a los rebeldes de mayo de 1808 que eran ya sinónimo de patriotismo y heroísmo.

Como otros españoles de ideas liberales y próximas a las de la revolución francesa —llamados, casi peyorativamente, «afrancesados», en referencia a su supuesta simpatía por Bonaparte—, Goya mantenía una difícil postura ante la invasión francesa, puesto que mantenía esperanzas de que España sufriese cambios similares a los que vivió el vecino país años atrás, al tiempo que se sentía herido en lo más profundo de su orgullo español.

En febrero de 1814 los franceses son expulsados de España y Goya aprovecha para escribir una carta —fechada el 24 de febrero— al gobierno provisional, presidido por Luis María de Borbón y Vallabriga, donde propone la realización de una pintura que pudiese «perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa».

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