Como dice Deryck Cooke hay algo particularmente sobrecogedor en la “Sexta Sinfonía” de Mahler que posiblemente se deba al carácter personal de su inspiración. Alma dejó constancia escrita de las célebres “vacaciones para componer” que los dos pasaron con sus hijas en los veranos de 1904 y 1905:
“Una vez hecho el bosquejo del primer movimiento Gustav regresó del bosque para decirme que había intentado escribir un tema que reflejara mi personalidad. Si lo he logrado o no es algo que desconozco; pero tendrás que aceptarlo como sea. Este es el gran tema del movimiento de la “Sexta Sinfonía”. En el tercer movimiento (ahora el segundo) representó los juegos de las niñas corriendo en zigzag por la arena. Poco a poco las voces de las niñas fueron cobrando mayor intensidad trágica para desvanecerse al final en un susurro. En el último movimiento se describió a sí mismo y a su caída o como diría más tarde, describió a su héroe: Es el héroe sobre el que el destino descarga tres potentes golpes, el último de los cuales le derriba como se derriba a un árbol. Ninguna obra fue tan sentida por Gustav; en ninguna puso tanto corazón. Los dos lloramos aquel día profundamente conmovidos por su música…”
Cuando Mahler volvió a escuchar la sinfonía durante los preparativos para el estreno de Essen, se sobrecogió. La experiencia sobrevino a la par que una de esas curiosas coincidencias que solían presentarse a lo largo de su vida:
“Ninguna de sus obras le conmovió tan profundamente al escucharla por primera vez. Llegamos a los ensayos finales y al último movimiento cuando se producen los dos golpes del destino.
Al finalizar Mahler comenzó a caminar arriba y abajo en el camerino de los artistas, gimiendo y retorciéndose las manos, incapaz de controlarse. Fried Gabrilovitz, Buths y yo estábamos de pie, transfigurados, incapaces siquiera de mirarnos. De pronto, Strauss irrumpió en el cuarto, sin observar nada. Oye Gustav –dijo-, mañana tienes que dirigir una marcha fúnebre o no sé qué, antes de la sexta. El alcalde acaba de morir. Desde luego es una vulgaridad, pero ¿Qué te sucede? Y salió de allí tan ruidosamente como había entrado, inconmovido, dejándonos petrificados”.
No es una fantasía que determinadas personas puedan adivinar su propio destino. Mahler lo hizo con su “Sexta Sinfonía”. Poco después del estreno sufrió tres duros golpes del Destino, el último de los cuales consiguió “derribarlo”. Durante la primavera fue cesado como director de la Filarmónica de Viena; en Julio falleció su hija Ana de cuatro años de edad, y unos días más tarde un médico le diagnosticó la mortal enfermedad cardíaca que padecía. Mahler era “un espíritu poseído por la muerte” y se conducía supersticiosamente a este respecto. Llegó al extremo de omitir el “golpe profético” que se encuentra en el final de la sinfonía.
Mahler quiso llamar trágica a esta sinfonía venerada por Schoenberg y considerada por Berg “La única sexta, a pesar de la Pastoral de Beethoven”.