“Esta Sinfonía es un regalo de la nación. Todas las precedentes tan sólo eran preludios a esta: mis otras composiciones son trágicas y subjetivas, ésta es una inmensa distribuidora de alegría”. (Carta a Richard Specht).
12 de Septiembre de 1910. 3.000 personas están reunidas en el nuevo Palacio de Exposiciones de Múnich. Entre ellas se encuentran Stefan Zweig, Thomas Mann, Richard Strauss, Arnld Schoenberg, Siegfried Wagner, Bruno Walter y William Ritter. Se estrena la “Octava Sinfonía” de Mahler.
Alfredo Casella también está presente:
“A derecha e izquierda, los quinientos coristas de Gesellschaft der Musikfreunde de Viena y del Riedelverein de Leipzig; en el centro, los trescientos cincuenta niños de la Zentral-Singschule de Múnich (de ellos, trecientas niñas vestidas de blanco); ante los niños, los siete cantores solistas… En lo alto, el órgano y, sobre su tribuna, siete militares tocando cuatro trompetas y tres trombones. Delante de ese Dreadnough-ejecutante se alza un estrado o, mejor, una pequeña torre, destinada al compositor y Kapellmeister… La sala, hirviente de ansiedad, estalla súbitamente en una aclamación formidable. Un hombre se abre paso a duras penas entre la masa compacta de ejecutantes, escala la torre y se inclina entre los aplausos. Enseguida, el más profundo silencio sucede a la agitación; a un gesto del hombre de los coros se levantan con uno de sus movimientos de conjunto, que en nuestros países sólo podemos ver en los cuarteles y que son comunes a las más diversas ramas de la actividad del pueblo alemán. Un potente acorde del órgano y estalla, desde el fondo de quinientos pechos, el grito enfebrecido: Veni Creator Spiritus”.
La “Octava” fue calificada por el empresario Gutmann “Sinfonía de los mil”. La realidad es que se puede interpretar con menos músicos.
La obra consta de dos movimientos. En el primero, en latín, el coro Veni Creator Spiritus. En el extenso segundo, en alemán, la última escena del “Fausto” de Goethe.
Mahler explica su “Octava” como: “El universo entero vibrando y resonando, planetas y soles en plena rotación”. Respetando la voluntad del compositor no realizamos ningún comentario adicional: “Leo horrorizado, que un editor astuto ha publicado ya una guía sobre la “Octava”. Estoy espantado, y desde ahora mismo le ruego que en ningún caso, se distribuya nada que no sea el programa con el texto, sin más y, eventualmente la reducción de piano con el texto”.