Con el derrocamiento del último emperador en 1911, se instauró en China la República, lo que dio paso a un grave conflicto interno, fruto de la lucha entre dos bandos de ideologías opuestas.
Por un lado, el Partido Nacionalista o Kuomintang, en el poder, que intentó crear un Estado fuerte, centralizado y militarizado. En la línea opuesta e inspirándose en el comunismo soviético, Mao Zedong, líder del Partido Comunista Chino, que había captado la adhesión de los más desfavorecidos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses invadieron China y ambas fuerzas en conflicto se unieron para enfrentar el peligro exterior. Sin embargo, el ejército del Kuomintang se dedicó más a la lucha interna anticomunista que a derrotar los japoneses, siendo incapaz de promover una guerra de guerrillas, como sí lo hicieron los comunistas con un doble propósito: vencer a los enemigos externos japoneses y demostrar su poder frente a Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang, para extender la revolución en el campo.
Una vez finalizada la contienda mundial, las disputas internas se renovaron con mayor intensidad, mostrando la fortaleza de las fuerzas revolucionarias. A partir de 1947, la Unión Soviética decidió apoyar fuertemente a los comunistas, con lo que la guerra entró en una fase decisiva. Los comunistas avanzaron en dirección norte-sur y, en 1948, controlaban la ciudad de Harbin en el extremo norte y casi todas las zonas rurales de Manchuria, cambiando su táctica de lucha guerrillera por la de guerra abierta, y apoderándose de las ciudades de Kaifeng y Jinan. En enero de 1949, el ejército comunista entró en Tianjin y en Pekín.
El 1 de octubre de 1949, los comunistas resultaron victoriosos y proclamaron la República Popular de China, a cuyo mando colocaron a su jefe, Mao Zedong. Elaboraron y pusieron en vigencia una Constitución que proclamaba al Partido Comunista Chino como un partido único, a partir de 1954, mientras los nacionalistas, expulsados del continente constituían su propio Gobierno, la República Nacionalista China de Taiwán, en la isla de Formosa.
El gran Timonel, como fue apodado Mao Zedong, trató de reconstruir la economía china, deteriorada por la guerra, siguiendo el modelo del comunismo soviético. En 1950, la firma de un pacto de amistad y ayuda entre las nuevas autoridades chinas y la Unión Soviética integró a la República Popular de China en el bloque oriental, mientras que la República Nacionalista China prosiguió en la órbita occidental. En 1958 el Partido Comunista Chino impulsó la industrialización (campaña del Gran Salto Adelante) y la creación de comunas, en un esfuerzo por acelerar el ritno de la revolución, pero el proyecto fracasó y en los primeros años de la década de 1960 la dirección comunista optó por una línea menos radical. En 1962 se consumó la ruptura con la Unión Soviética.
Hasta la Revolución Popular, China contaba con una economía fundamentalmente agraria, con la mayoría de sus tierras en manos privadas, organizadas bajo un rígido sistema feudal.
A mediados de los años sesenta, Mao propició la Revolución Cultural para concienciar a la juventud sobre la adhesión al sistema con el objetivo de reafirmar su poder. El movimiento propició la caída de dirigentes moderados, como Liu Shaoqi, jefe del Estado, y Deng Xiaoping, secretario general del partido. Contra ellos dirigió su ofensiva organizando un ejército de jóvenes denominados Guardias Rojos, que atacaban a quienes se oponían a la ideología de Mao. El movimiento dio lugar a dramáticos excesos.