En 1948, el proprietario de una tienda de comestibles acudió a la Facultad de Tecnología de Drexel (Filadelfia) en busca de una solución autonómica que le facilitase la gestión de su almacén. Allí entró en contacto con Joseph Woodland y Bernard Silver, por aquel entonces estudiantes en el centro universitario, quienes comenzaron a trabajar en la búsqueda de ese método.
Curiosamente, el primer código diseñado por Woodlandno se representaba con la sucesión de barras que hoy conocemos, sino con una serie de círculos concéntricos que, al igual que las barras, se podían leer al pasarlos por un lector automático.
Lo importante del sistema de identificación que se oculta tras el código de barras no son las rayos, sino la serie numérica que las acompaña por debajo. En esos números reside la información estandarizada que, en combinación con una base de datos, revela las características del producto o la persona representada por el anagrama.
Tras varios años de investigación y desarrollo, el 7 de octubre de 1952 Joseph Woodland y Bernard Silver patentaron el primer código de barras. El sistema, sin embargo, no fue utilizado comercialmente hasta 1966, aunque pronto se vio que para el avance fuese verdaderamente útil para la industria era imprescindible crear y utilizar un código estándar.
Recuperando esa idea, en 1973 George J. Laurer inventó el llamado UPC (Código de Producto Universal) y un año después se inauguró en la ciudad de Troy (Ohio) el primer supermercado del mundo que disponía de un escáner para la lectura de códigos de barras.
En febrero de 1977 se creó EAN International, el organismo encargado de establecer la normativa de codificación de productos válida internacionalmente, y el sistema llegó a Europa.
En la actualidad este lenguage se utiliza en almacenes y puntos de venta de casi un centenar de países.
Con los años, esta sucesión de ayas simétricas que la mayoría de las veces vemos en blanco y negro, pero que también puede ser de color, se ha convertido en una especie de icono cultural. Diseñadores de moda, artistas, escritores, dibujantes de cómic, tatuadores y peluqueros lo han usado como fuente de inspiración para sus creaciones.
. Entre muchos consumidores existe la creencia de que las dos primeras cifras del código de barras indican el país donde se ha fabricado el producto. Los dos primeros dígitos revelan en realidad el país en que el fabricante ha obtenido el código.